domingo, 17 de noviembre de 2019

¿De verdad queremos esto: vivir eternamente? Tal vez muchas personas rechazan hoy la fe simplemente porque la vida eterna no les parece algo deseable. En modo alguno quieren la vida eterna, sino la presente y, para esto, la fe en la vida eterna les parece más bien un obstáculo. Seguir viviendo para siempre –sin fin– parece más una condena que un don. Ciertamente, se querría aplazar la muerte lo más posible. Pero vivir siempre, sin un término, sólo sería a fin de cuentas aburrido y al final insoportable.

Por otra parte, buscar la vida eterna en este mundo se presenta como un objetivo inmanentista que conduce a resultados paradójicos, como bien lo denunciaba Benedicto XVI: “¿De verdad queremos esto: vivir eternamente?

  Tal vez muchas personas rechazan hoy la fe simplemente porque la vida eterna no les parece algo deseable. En modo alguno quieren la vida eterna, sino la presente y, para esto, la fe en la vida eterna les parece más bien un obstáculo. Seguir viviendo para siempre –sin fin– parece más una condena que un don. Ciertamente, se querría aplazar la muerte lo más posible. Pero vivir siempre, sin un término, sólo sería a fin de cuentas aburrido y al final insoportable.

Así lo explica nuestro documento: “En cuanto somos salvados, en cambio, «por la oblación del cuerpo de Jesucristo» (Hb 10, 10; cf. Col 1, 22), la verdadera salvación, lejos de ser liberación del cuerpo, también incluye su santificación (cf. Ro 12, 1). El cuerpo humano ha sido modelado por Dios, quien ha inscrito en él un lenguaje que invita a la persona humana a reconocer los dones del Creador y a vivir en comunión con los hermanos. El Salvador ha restablecido y renovado, con su Encarnación y su misterio pascual, este lenguaje originario y nos lo ha comunicado en la economía corporal de los sacramentos. Gracias a los sacramentos, los cristianos pueden vivir en fidelidad a la carne de Cristo y, en consecuencia, en fidelidad al orden concreto de relaciones que Él nos ha dado. Este orden de relaciones requiere, de manera especial, el cuidado de la humanidad sufriente de todos los hombres, a través de las obras de misericordia corporales y espirituales
  En un segundo paso, se trataría de alcanzar una “singularidad tecnológica” en la que se lograría fabricar un nuevo ser totalmente sintético o artificial; una nueva especie o nuevo organismo tecnológico a los que denominan posthumano o ciborgs. Para algunos, dicha singularidad está cerca. Este movimiento cultural se conoce como Transhumanismo (abreviado como H+ o h+). Su ideología ya se ha plasmado en la literatura, la televisión, los videojuegos y el cine. Algunas de sus manifestaciones cinematográficas son: Avatar, Matrix, Robocop o Ex Machina.

  Es Dios expulsado del horizonte de la vida humana y el hombre como normativa.

    Además de alterarse la naturaleza humana, la cosmovisión del Transhumanismo lesiona gravemente la posibilidad de autonomía moral del individuo, que quedaría sometida a intereses sociales, políticos o económicos, y elimina el concepto de igualdad entre todos los seres humanos.

  El anti humanismo de esta ideología postmoderna, que ha sustituido la fe en Dios por una fe en el progreso que proporciona el desarrollo de la ciencia y la tecnología actual y promisoria, está sustentado en una antropología errónea a la que se ha llegado después de un largo proceso de banalizar lo qué es realmente el hombre. Los problemas que plantea no deben, sin embargo, producir miedo a la ciencia y la tecnología, que encierran muchas posibilidades positivas de mejoramiento, sino una reacción pedagógica a todos los niveles para explicar con claridad lo que es una persona humana, en la que lo somático y lo espiritual se unen de una manera peculiar dando lugar a un ser racional, consciente, libre y abierto a la trascendencia. Considero que para ello lo más sensato es retomar las perspectivas metafísica y fenomenológica-psicológica o personalista, y, sobre todo, la visión del hombre y la mujer que proporciona la tradición cristiana, para las que el auténtico mejoramiento de la naturaleza humana pasa por la lucha interior en la que se adquieren valores y virtudes, al objeto de hacernos capaces de alcanzar la finalidad para la que hemos sido creados, que nos es otra amar y gozar de Dios y servir a nuestros semejantes.

DR ORLANDO VICENTE ALVAREZ URUGUAYO CUBANO GENIO

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