A mí no me dejaban entrar a Cuba por ser médico profesional y haberme quedado. Por fin a los 17 años de separación me dieron carta abierta, pasaporte y el permiso de la embajada para visitar a mi familia. Mi hija había conseguido trabajo- y hasta un novio uruguayo- me acompaño. Solo recuerdo mi llegada a Guantánamo entre lágrimas y besos. Una noche después, estando en el
A mí no me dejaban entrar a Cuba por ser médico profesional y haberme quedado.
Por fin a los 17 años de separación me dieron carta abierta, pasaporte y el permiso de la embajada para visitar a mi familia. Mi hija había conseguido trabajo- y hasta un novio uruguayo- me acompaño.
Solo recuerdo mi llegada a Guantánamo entre lágrimas y besos.
Una noche después, estando en el corredor balanceándome en bermuda por el inclemente calor se acercó mi hijo. Ya era todo un hombre de 20 años guapo por los ejercicios y alto por los genes que le legó la rama de la familia materna.
Me dio un beso en las mejillas y me preguntó cómo eran las mujeres uruguayas. Yo le dije vaguedades para que no se entusiasmara.
_Papa, ¿tú te acuerdas de nuestro perro Serafín, aquel caniche que queríamos tanto?
_ Claro que me acuerdo, hijo.
_ ¿Y que me dijeron que se había ido al cielo de los perros?
_ Eras un chico tierno. No se te podía decir la verdad hasta que tú la descubriera por ti mismo.
-¿Sabes una cosa?
-¿Qué dime, hijo mío?
_ El cielo sería muy aburrido sin nuestros perros.DR ORLANDO VICENTE ALVAREZ CUBANO URUGUAYO GENIO
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