domingo, 29 de noviembre de 2020

OTRA OPINION SOBRE SAN ISIDRO.GARCIA

 

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Nov-28, 2020
Me habría gustado estar ayer frente al MINCULT, pidiendo ser recibido junto a tantos otros. Como uno más. Mi profesión no me lo permitió. Estaba en otra provincia y no tuve acceso a las redes para apoyar esa iniciativa, al menos, virtualmente.
Dejo en claro mi postura.
Pensar diferente no puede ni debe ser una vía expedita a una prisión ni a soportar vejámenes.
No ser revolucionario en Cuba no debe condenar a alguien a una “no vida”, a que le cierren todas las puertas a un trabajo digno con el cual mantenerse a sí mismo y a sus familiares. A gritarle constantemente en su cara que las calles, el oxígeno, el salitre, los triunfos, la música, las escuelas, los derrumbes y las instituciones del país EN QUE NACIÓ, no son suyos, no le pertenecen y que por lo tanto, queda excluido de todas ellos y ellas, por decreto. A empujarle a aceptar cualquier dádiva, cualquier ayuda bienintencionada o no, para poder sobrevivir. Esa es una artimaña muy retorcida.
Pero, dolorosamente, sigue sucediendo. Es un modus operandi que se repite hasta la saciedad de manera harto previsible.
Es así como funciona una parte del engranaje de la fábrica de “disidentes”: cercenando el acceso de los que piensan muy diferente, medianamente diferente o ligeramente diferente a lo que dicta el canon del gobierno, a los bienes materiales y espirituales que todos los seres humanos deberían poder disfrutar en el sitio en que vieron la luz, para luego acusarles de estar pagados por cualquiera. Para mí, ese proceder es el que verdaderamente es muy contrarrevolucionario, por decadente y manipulador.
José Martí no era así ni pensó así.
UNIDAD NO ES REBAÑO.
UN ÚNICO PENSAMIENTO, HOMOGÉNEO, MONOLÍTICO, NO ES HUMANO. NO ES LÓGICO. NI NORMAL.
No veo diferencia alguna entre los que quisieran desaparecer del mapa a los disidentes cubanos, sean reales o fabricados y los que piden 72 horas para ametrallar comunistas si un día la revolución se viene abajo.
Estoy absolutamente en contra del manejo que las autoridades de mi país le han dado a esta crisis con el Movimiento San Isidro.
Opino que lo han hecho demasiado mal.
Las ideas, sí fueran verdaderamente nobles, deberían defenderse con hidalguía y sentido común. Con diálogo y civismo. No con garrote.
Lo patético de muchas revoluciones es que las destiñan y desdibujen los que juran ser sus más fieles paladines.
Mi compromiso y mi bandera están con dos de mis hijas que se desencantaron y partieron de estos arrecifes y con otras dos que crecen acá conmigo.
Quiero vivir y legarles un país en el cual se pueda opinar libremente sin que traten al que disiente como un desecho tóxico.
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