sábado, 18 de abril de 2020

CIUDADANOS REGULADOS .DE SEGUNDA CLASE VERGUENZA

La injusticia
Me llamo Wilman Valle Hernández y tengo 37 años de edad. Alguna que otra vez escribo letras que luego no las publico, o solo las borro porque no me gustan mis redacciones. Vivo en Montevideo. La capital de un pequeño país llamado Uruguay situado en la desembocadura del Río La Plata. Soy uno entre los 30 mil cubanos que agotado de todo, y buscando un futuro mejor para los suyos, decidió venir para comenzar de nuevo.
Esposo de Aurora Díaz Rivero hace ya 13 años, y padre de Stefani Valle Díaz que solo tiene 3 años de edad. Médico de profesión, ya que decidí un día estudiar motivado por la idea de salvar vidas y considerando que esta era una de las profesiones más noble del mundo. Creo que soy una persona de bien. Intento ser lo más justo posible ante cada decisión que tomo. Y nunca he ido en contra de las leyes. Me parece que lo peor que he hecho es tener una multa por una infracción leve de tránsito.
Pero aun así, con mi único proyecto que es seguir uno de los patrones normales de la sociedad, de crear una familia y luchar por la felicidad, mi familia está dividida. Mi esposa se encuentra bajo de una de las oscuras leyes de Cuba, la cual le prohíbe hacer el pasaporte para poder viajar. Una Regulación migratoria por 5 años. Ley que solo se reserva para los funcionarios que conocen secretos de alguna índole en el país, de los cuales mi esposa desconoce. O también se reserva para las personas que sean de vital importancia para el país, lo cual Aurora no es. Pero estas personas reguladas también tienen derecho a viajar previo permiso del órgano que regula. Y ya hemos solicitado permiso a las instituciones para estar juntos como familia y nadie nos ha dado respuesta.
Recuerdo a un niño cubano llamado Elián González Brotons. Su madre se marcha en una balsa junto a él, muriendo en el estrecho de la Florida. Este niño sobrevive durante 3 días en el mar hasta que fue rescatado por guardacostas norteamericanos. Injustamente, Elian estaba con sus abuelos en los Estados Unidos y por razones políticas, no estaba con su padre que se encontraba en Cuba. Esa historia me parecía muy injusta.
Pero, en mi historia no existe Estados Unidos. En mi historia, no media el bloqueo norteamericano. Esta vez solo media la injusticia que hace que otra de tantas familias cubanas se encuentren separadas. Como si no bastara con las miles personas en el mundo hoy están muriendo bajo una epidemia que azota a la humanidad. Como si no bastara todos los que ya han muerto en el estrecho de la Florida y en las selvas intentando llegar a otros países. Hoy gana de nuevo la injusticia, e infelizmente lo único que logra es que después de trascurrido un año, Stefani Valle Díaz vuelva a dormirse sin un beso de su padre. Solo me hago una pregunta. ¿Por qué?
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