domingo, 23 de diciembre de 2018

fin de año sin amigos

La última navidad de Nicolás Maduro
Entre más presión hay para sacar a Maduro y llevarlo a prisión, más determinación en sus amigos para que se entierren con él los delitos que juntos han cometido, empezando por los cubanos
Por Jorge Eduardo Castro | Panam Post | 22.12.2018
En las últimas declaraciones de Maduro esta semana parece un perro envenenado, desesperado y sin saber qué hacer, el dictador se mueve de un lado a otro intentando quitarse esa sensación de muerte que se le ha impregnado especialmente desde el atentado.
A veces, cuando habla, compensa el miedo gritando y vociferando, pero son solamente gemidos y lamentos quejumbrosos de un hombre próximo a morir.
No hay que ser adivino para pronosticar que aumenta la probabilidad de que ésta sea su última Navidad, no solamente en Miraflores, sino la última de su vida.
Iván Duque lo quiere vivo, preso, pero vivo.
Iván Duque es el único que quiere a Maduro vivo, porque lo quiere preso, y lo quiere preso para que revele muchas confesiones que solamente Maduro puede hacer, desde lo que ha sido la invasión cubana en Venezuela, pasando por las miles de actividades narcos y terroristas a las que ha dado refugio y logística para el entramado geopolítico global.
Pero especialmente Iván Duque quiere que confiese todo lo que amenazó contar de Santos y el proceso con las FARC. El testimonio de Maduro sirve para hacer trizas el Nobel y poner en la cárcel por traición al ex mejor amigo de su predecesor.
Además, Duque quiere a Maduro preso para darle fuerza a su ideal de un mundo globalizado en el marco de organizaciones multilaterales como en la que el presidente colombiano trabajó desde Washington, organizaciones multilaterales como la que percibe puede llegar a ser la Corte Penal Internacional. Duque no solamente intenta poner en la cárcel a un delincuente sino dar un mensaje contundente de que no habría ningún gobernante por encima de la ley internacional.
Así aunque Maduro acuse a Duque, lo cierto es que no es por Duque que se proyecta sobre él la sombra de la muerte inminente que presiente. Sus futuros asesinos no están entre las filas de sus archienemigos que lo quieren preso y delatando complicidades y asumiendo atrocidades, sino son sus amigos y aliados que saben precisamente que es preferible un Maduro bajo tierra que un Maduro tras las rejas.
Ya se le desmarcaron Gustavo Petro y Pablo Iglesias, ellos son revolucionarios con un desarrollado instinto de la supervivencia política y huelen tan bien como todo el planeta el tufo a ocaso que representa el dictador venezolano. Por eso brama también Diosdado Cabello que reconoce en ese alejamiento la actitud de salvar el propio pellejo que refleja a la vez el sacrificio que le están imponiendo. Mientras Petro e Iglesias intentan no hundirse con la mafia que gobierna en Venezuela, lo que hacen es mandarla con mayor velocidad a las profundidades del inevitable golpe de justicia.
Iván Hernández el “verdugo” obediente.
Por eso es que entre más presión hay para sacar a Maduro y llevarlo a prisión, más determinación en sus amigos para que se entierren con él los delitos que juntos han cometido, empezando por los cubanos.
Ahora bien, el verdugo de Maduro será Iván Hernández Dala, el Director de la Dirección General de Contra Inteligencia Militar, un cargo que lo mostraría como leal con el dictador venezolano. Ocupa un lugar tan importante en la estructura de terror en Venezuela que Iván Hernández Dala ha llegado a acumular un poder militar casi superior al de Vladimir Padrino, y por lo tanto casi lo único que requiere es ser formalizado como Ministro de Defensa… el paso previo para ponerlo en frente de Miraflores.
Claramente el ascenso militar a cargos de tanta confianza no lo logró Iván Hernández Dala por ser parte del comité de aplausos del madurismo sino por su obediencia indiscutida a las órdenes cubanas. Salir de Hugo Chávez, demasiado independiente para las políticas del estado cubano, poner a un títere expiatorio como Maduro, eran los pasos intermedios para por fin instalar a un militar servil a cargo de la ocupación.
Cuba es una oligarquía castrense y entiende así el funcionamiento del poder, por lo mismo en el proceso de asimilación y anexión de Venezuela ha implementado una estrategia que establezca una clara cadena de mando. El eslabón principal ha sido Iván Hernández Dala, que no ha tenido reparos tampoco para mostrar en público su desprecio por Maduro y con todo y eso mantener su ascenso al núcleo de la cadena de relevos de poder.
Es por eso que Iván “el verdugo” ejecutará en el momento preciso las órdenes que envíen desde La Habana, y obvio, aspirará a las recompensas prometidas para el momento en que Nicolás “el fusible” que instaló el plan cubano termine de cumplir su labor y sea ya imposible mantenerlo.
Una vez salga Maduro de la escena, y eso implica obviamente su muerte, crearán otra vez condiciones de incertidumbre para comprar tiempo y postergar acciones decisivas y puedan seguir los usurpadores desde la isla haciéndose al botín continental y cobrando peaje por crear un santuario delictivo transnacional.
Cada vez es más visible que a Maduro lo soportan sus aliados, no lo quieren, pero menos lo quieren preso y por eso lo van a preferir muerto. Un deterioro de salud, un accidente, un atentado de falsa bandera exitoso, una transición “interna” y “extraordinaria” un desencadenante que termine por cerrar el ataúd en el que ya está metido. Quizás ya siente la tierra que le echan encima y por eso lloriquea, y con razón, la del 2018 tiene todo para ser su última navidad.
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