sábado, 20 de octubre de 2018

Recién llegado yo de Cuba hace tantos años y trabajando en un hotel familiar donde a la vez vivía en Punta del Este, una viuda adinerada clienta solitaria que me doblaba la edad y que conversaba mucho conmigo, comenzó a entregarme cada mañana una carta. Cuando la abría, ya al acostarme cansado del trabajo, abría la misiva y un olor a Jazmín impregnaba toda la hoja con poemas de Delmira Agustini. Yo los guardaba y los dejaba para leerlos en otro momento. Así durmieron en mis cajones de libros hasta que les llego su momento años después: como una rosa en su capullo esperando la luz para abrir sus pétalos, así esperaba Delmira Agustini para cautivarme con sus versos.

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