MIMI LA MEONA Fragmento de la novela "Niño Guantanamero"
Frente a casa existía un solar yermo donde jugábamos a la pelota en nuestro tiempo de ocio. El problema era cuando no teníamos pelota para jugar pero para esos casos teníamos a Mimi la Meona. Era una chica de unos 13 años que aun se orinaba en la cama, Su madre, una india que le daban lo que mi madre, llamaba “ataques de furia” o sea, que a veces se ponía a gritar y a pelear vociferando de una forma de leona enjaulada que se escuchaba en toda la cuadra. Lo cierto era que cuando Marilú que era el verdadero nombre de la hija se meaba en la cama la amarraba el resto de noche con una cuerda al tronco de un cocotero del patio y a la madre le daba un ataque de furia. La niña gritaba y gritaba toda la noche hasta que Ada la vecina brincaba la cerca que separaba ambos patios y la llevaba a su casa por lastima. No se si como resultado de ese castigo o por enfermedad a Marilu le había dado una parálisis facial y tenia un lado de la cara contraído como si estuviera riéndose todo el tiempo.
Pero era buena y servicial. La llamábamos porque tenia una muñeca vieja y toda roñosa que le faltaba un ojo y parte del pelo y era de goma. Nosotros le arrancamos la cabeza y nos servia de pelota. Mimi la Meona, mientras transcurría el juego, se sentaba a mirarnos y se colocaba sobre una piedra con la cara normal contra la pared vecina de modo que parecía que siempre se estaba riendo y eso nos estimulaba en el juego tener una aficionada tan atenta.
Cuando todo terminaba tomaba la cabeza de la muñeca, la revisaba para ver los nuevo daños y se se volvia su casa riendo de alegría con una sola cara.
Frente a casa existía un solar yermo donde jugábamos a la pelota en nuestro tiempo de ocio. El problema era cuando no teníamos pelota para jugar pero para esos casos teníamos a Mimi la Meona. Era una chica de unos 13 años que aun se orinaba en la cama, Su madre, una india que le daban lo que mi madre, llamaba “ataques de furia” o sea, que a veces se ponía a gritar y a pelear vociferando de una forma de leona enjaulada que se escuchaba en toda la cuadra. Lo cierto era que cuando Marilú que era el verdadero nombre de la hija se meaba en la cama la amarraba el resto de noche con una cuerda al tronco de un cocotero del patio y a la madre le daba un ataque de furia. La niña gritaba y gritaba toda la noche hasta que Ada la vecina brincaba la cerca que separaba ambos patios y la llevaba a su casa por lastima. No se si como resultado de ese castigo o por enfermedad a Marilu le había dado una parálisis facial y tenia un lado de la cara contraído como si estuviera riéndose todo el tiempo.
Pero era buena y servicial. La llamábamos porque tenia una muñeca vieja y toda roñosa que le faltaba un ojo y parte del pelo y era de goma. Nosotros le arrancamos la cabeza y nos servia de pelota. Mimi la Meona, mientras transcurría el juego, se sentaba a mirarnos y se colocaba sobre una piedra con la cara normal contra la pared vecina de modo que parecía que siempre se estaba riendo y eso nos estimulaba en el juego tener una aficionada tan atenta.
Cuando todo terminaba tomaba la cabeza de la muñeca, la revisaba para ver los nuevo daños y se se volvia su casa riendo de alegría con una sola cara.
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