El litio va a la China
Marcelo Ostria Trigo
Bolivia posee una de las grandes reservas de litio en el mundo; metal que se emplea especialmente en aleaciones conductoras del calor y en la fabricación de baterías y vehículos eléctricos.
En 1988, la creciente demanda de litio indujo a que se invitara a la empresa estadounidense Lithco a negociar un contrato para la explotación del litio en el Salar de Uyuni. Hubo, entonces, encendidas críticas, especialmente provenientes de sectores radicales, y la iniciativa no prosperó. Sin embargo, el siguiente año se prosiguió con las negociaciones y se suscribió un borrador de contrato. El resultado fue el mismo: “durante meses, hubo declaraciones, foros y seminarios, marchas de protesta, huelgas de hambre, bloqueos y una extrema convulsión social en Potosí”, lo que provocó el fracaso del proyecto. (Ver Walter Orellana Rocha. El litio: una perspectiva fallida para Bolivia. 1995).
De la explotación de un recurso no renovable, no solamente se debe esperar que esta incremente los ingresos nacionales. El objetivo también debe ser que contribuya a la diversificación de la economía, creando, sobre la base de los ingresos que se generen, nuevas industrias que contribuyan al desarrollo.
Acaba de celebrarse con gran despliegue propagandístico, que el gobierno ha concertado la explotación del litio en Bolivia con una empresa china. La intención es inobjetable; claro, en principio, pues aparecen dudas, cuando se recuerda que la minería se agotó sin aportar a la diversificación de la economía nacional. Esto mismo está por suceder con la explotación del gas natural cuyas reservas van disminuyendo y que, ciertamente, al final se agotarán.
Resulta ahora que lo objetable de este emprendimiento es que la empresa china explote el litio, lo exporte a su país, y que allí sea industrializado, especialmente en la producción de baterías eléctricas.Nada en Bolivia.
Por otra parte, la confesión pública de que se prefiere “entregar el litio a China y no al imperio”, muestra el trasfondo político y sectario que deforma cualquier buen propósito. Es más: las triunfalistas predicciones de que Bolivia, por la gran producción de litio tendría la capacidad de fijar el precio internacional de este metal, carecen de sentido. China ya es el primer productor mundial de baterías y vehículos eléctricos, en los que se usa el litio. No parece que su gobierno sea tan ingenuo que se exponga a que el precio del litio que usa en su industria sea fijado solo por su proveedor. Esto sugiere que no es bueno predecir éxitos infundados, menos aún con intereses sectarios en un año electoral.
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